El sueño de Vinay encontró la mejor de las caracterizaciones gracias a Leonardo Ricci, uno de los mejores exponentes italianos de la arquitectura moderna del segundo periodo posguerra.
En Agape, el léxico moderno evoca más de una referencia, y esta complementado en una sintaxis original, que resuelve las estructuras y los espacios. Estos últimos están concebidos no para ser simplemente habitados, sino para que se conviertan en arquitectura del uso, de las diversas relaciones que la complementan, según la definición de Ricci del los espacios como algo que se genera en base al “uso que se hace de ellos”.
La única concesión que se hizo a los elementos locales fue el utilizo de los materiales que se encontraban en ese lugar, base de la arquitectura orgánica, mientras la evocación de algunas de las morfologias de los Alpes entra totalmente al interno de una reinterpretación, así como fue propuesta por personalidades como Mollino y Ponti.
No existe una centralidad, el mismo salón ‘central’ propone polaridades diversas en base a su utilización en los diversos momentos del día: lugar de reuniones che es también un escenario; espacio de juegos que tiene su continuidad ideal y material en el “templo abierto”; un espacio delimitado, escondido, versátil en el utilizo, que sigue una constante ambigüedad entre los espacios internos y externos, que rompe el perímetro de los muros por medio de corredores abiertos; continuidad visual gracias a amplias ventanas.
El entero organismo construido parece un lugar puesto bajo un camino que sube escaleras externas hasta llegar a la tercera casa, siguiendo después a través de la cresta de la montaña, recalcando el equilibro generado de los movimientos y de los usos del elemento de centralidad más importante: la dimensión humana en su declinación comunitaria.