A mitad de los años cuarenta, la Segunda Guerra Mundial había dejado tras de sí escombros y heridas: fue así como tomó forma, de la necesidad de reconstruir y reconciliarse, la idea de construir un centro cultural y comunitario que permitiera el encuentro de quién, hasta hace pocos meses, se había encontrado dividido por el conflicto.
Desde el verano de 1946, en Prali el pastor Tullio Vinay habló de la necesidad de erguir en los valles valdenses un lugar que mostrara los valores del Agape (amor) cristiano y que fuera, para usar una expresión contenida en el primer “manifiesto de Agape”, el rostro de Cristo modelado en la roca de nuestras montañas.
El proyecto arquitectónico de Leonardo Ricci donó al Centro su fisonomía particular, de increíble modernidad; el proyecto asumió una dimensión imprevista: en la construcción participaron cientos de voluntarios y voluntarias, de diversos origenes geográficos, políticos y religiosos; por medio del trabajo común y el ideal del amor de Cristo se resolvían las dolorosas secuelas del conflicto mundial, terminado pocos años antes.
Donde hoy se aprecia el nuevo templo de Prali, se encontraban acampados las y los jóvenes que, en pocos años, edificaron con entusiasmo y fatiga la estructura que aún hoy se esconde entre los lárices, sobre Ghigo de Prali.
Agape fue, desde los años cincuenta en adelante, un lugar fértil de debate social, político y teologico, a nivel nacional e internacional: se tuvieron aquí numerosos campamentos dedicados al diálogo entre Europa y África, al contacto con los países socialistas, a las cuestiones de Medio Oriente, al género y a la orientación sexual.
Hoy el centro continúa en el mismo camino, organizando diversos campamentos para menores y proponiendo rutas de formación sobre la relación educativa, con el utilizo de técnicas de educación no formal.